lunes, 12 de diciembre de 2011

En el sentir profundo,



surge el azul y también surge el negro.



Mis pies avanzaron sin memoria
hacia el encuentro poderoso con la salvia
sagrada de la abuela plateada.

Eran mis manos extensiones del verde
amoroso de la madre,
en sueños ancestrales,
la canción del sahumerio
recorrió el silencio que derrota la palabra
y la palabra se convirtió en cordón de humo
que no suelta, que ataja,
que no suelta, que complementa,
que no suelta,



que se arrebata
en temblores y en olores.

Empinado, casi elevado,
mi cuerpo sin sentido,
sin alma,
sin espíritu.



transito por entre las montañas



El retorno al hogar,
a la cueva sagrada, eran las puertas
para devolver el alma al cuerpo.

Y así,
mis ojos miraban el azul infinito del universo
y el verde que nos alimenta y desangra.

Mis dedos se acurrucaban en la tierra
como garras de tigre,
y en un éxtasis escondido de tanta magia
mi corazón arrojo al fuego
sus pasados
para convertirlos en presentes
llenos de memorías adormecidas .

El sonido del tambor emitia nuevas luces,
el soplo del jaguar se posaba en mis espaldas.

Era un si,
un ahora eterno,
un ahora sagrado.
que por pocos penetro en mis huesos
para abrigarme en amaneceres transparentes
que perpetúan el camino
ahora transitado.

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